Tantas veces, recorriste tantas veces, mi cuerpo con tus manos. Tantas veces, recorriste tantas veces, mi cara con tus labios. Tantas horas, estuvimos tantas horas confundidos y abrazados que al llegar a mi casa me pasé...
Toda la noche oliendo a ti, mordiendo la almohada oliendo a ti, sintiendo tu boca recorrer mi cuerpo oliendo a ti. Dando mil vueltas me dormí, allí entre mis sueños te encontré y cuando de dia desperté seguía oliendo a ti.
Tantas veces, paseaste tantas veces tus labios por mi cuello, tantas veces, descansaste tantas veces recostandote en mi cuerpo, tantas horas nos pasaron tantas horas de besarnos sin aliento que al llegar a mi casa me pasé...
toda la noche oliendo a ti, mordiendo la almohada oliendo a ti, sintiendo tu boca recorrer mi cuerpo oliendo a ti. Dando mil vueltas me dormí, allí entre mis sueños te encontré, y cuando de dia desperté seguía oliendo a ti.
Toda la noche oliendo a ti, mordiendo la almohada oliendo a ti, sintiendo tu boca recorrer mi cuerpo oliendo a ti. Dando mil vueltas me dormí, allí entre mis sueños te encontré y cuando de dia desperté seguía oliendo a ti.
Toda la noche oliendo a ti, mordiendo la almohada oliendo a ti, sintiendo tu boca recorrer mi cuerpo oliendo a ti.......
De entre todas las hadas del bosque hay solo una que despierta con su gran virtud cada mañana, haciendo resonar sobre el viento la campana, despertando el claro sol naciente en tu laguna.
Tus cálidas alas del color verde aceituna, son las hojas que desvelan la brisa temprana, con su aleteo tejen hilos de porcelana, cobijando en tu volar la miel y la fortuna.
El aliento en tu cáliz es el ansiado sino, que busca el peregrino amante en la gran distancia, y aún perdido en tu bosque resuena su infancia, donde el hada de sus sueños le enseñó el camino.
Eres una bella ilusión de un cuento divino, la margarita clara, la lluvia y la fragancia, la más bonita alondra, cubierta de elegancia, una bella amapola que en la mente imagino.
Son tus manos sagradas las que envuelven la arcilla, y tus dedos van llenos, de un molde perfumado, las caricias que vierten, son el mar adorado, son más puras que el aire, llevan miel y semilla.
Si un nombre te pusiera, sería campanilla, pues tu voz es un mito, en el bosque encantado, y tu viento es la sangre, del río derramado, y tu amor es la calma, en la flor más sencilla.
Se llora para apagar el daño, porque crees que es una brizna de mínima ceniza sobre el barro, o sobre la hierba fresca de tu frente.
No se llora por dolor.
Se llora para calmar el daño, pues piensas que tus lágrimas amargas van a dulcificarte, sin que dure muchos años.
No se llora porque pierdes, se llora porque nunca lo tuviste, aunque alguna vez lo imaginaste y, nunca, nunca lo poseíste.
Se llora sin saber y sin querer siquiera. Agua fluye de tus concavidades. Estaba perdida entre tus dientes y busca salida pronta hacia ese aire.
No se llora por amor. Pues ese va contigo. Ni por la felicidad perdida. Esa la tuviste y la disfrutaste.
Aunque fuera de mentira. Tú sola la construíste. Se lo perdieron. Tú nada perdiste.
A pesar de saber o de esperarlo, de temerlo, pensarlo o esquivarlo, lloras siempre, siempre, aunque no quieras.
Y no es la lágrima perdida en la ventana, ni en la mejilla de fértil primavera, tampoco el caudal que viene raudo, presto, rápido, ni el calmado que fluye dentro entero, es todo el daño que permitiste que te hicieran, la culpa es mía, dices, pues no es la vez primera, me dejé, lo consentí. Estaba ciega...
Sé que me enamoré, yo caí perdida sin conocer que al salir el sol, se te va el amor.
Duele reconocer, duele equivocarse y duele saber que sin ti es mejor, aunque al principio no.
Me perdí apenas te vi, Siempre me hiciste como quisiste.
Porque siempre estuve equivocada y no lo quise ver. Porque yo por ti la vida daba, porque todo lo que empieza acaba.
Porque nunca tuve más razones para estar sin él, porque cuesta tomar decisiones, porque se que va a doler, y hoy pude entender, que a esta mujer siempre la hiciste... inmensamente triste.
Hoy que no puedo más, sigo decidida a dejarte atrás, por tu desamor lastimada estoy.
Si, así me sentía, no sé por qué seguía apostándole mi vida a él
Porque siempre estuve equivocada Y no lo quise ver. Porque yo por ti la vida daba, porque todo lo que empieza acaba.
Porque nunca tuve más razones para estar sin él. Porque cuesta tomar decisiones, porque se que va doler.
Y hoy pude entender, que a esta mujer siempre la hiciste... inmensamente triste.