lunes, 17 de noviembre de 2008

La primera vez


Envuelta mi pasión en un rojo de soles
que tañen mis caricias, me incliné a tus brazos.
Eras la soledad primera de la tarde
cuando el paso vacila hacia la blanca puerta
o el aire fresco el cristal de mis deseos.

Venías de algún recuerdo muerto,
pero como presente,
y subiste a la casa de mis sueños aportando
soluciones al vértigo de besos
cerrados en tu frente.

Tu paso no improvisaba,
iba derecho a la tibia costumbre
de ser, en ceremonia, cansancio y trigo.
Tus labios imprimieron en los míos.

Sólo sé que eres cierta razón de amor
aunque no pueda clarear tu nostalgia
con campos verdes y soplos de amapola.



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